viernes, 28 de diciembre de 2012

¿NUEVO AÑO……O QUIZÁ NUEVA ERA?


El debate sobre la solución a los problemas que como sociedad nos acucian puede desorientar por un doble aspecto. Por un lado, porque la gente sigue confiando, mayoritariamente, en que esa solución nos vendrá dada desde los gobiernos por aquellos que disponen de los resortes del poder público. Tengo la impresión que, como ciudadanos, cedemos cada vez más terreno; cada vez emprendemos menos, tanto a nivel personal, como social o empresarial 
 De otro, porque aquellos, los que nos gobiernan, siguen pensando y actuando desde paradigmas antiguos, en los mismos modelos mentales que han provocado la situación que padecemos. No hay conciencia de que el sistema se ha derrumbado de manera definitiva. Tenemos millones de parados; un malestar social creciente producto de ajustes, algunos necesarios pero en general mal aplicados; una pérdida de derechos injusta; un sistema educativo mediocre, fábrica de seres moldeados, poco críticos, con valores y prioridades equivocadas, a los que les resulta difícil asumir la responsabilidad sobre su propio destino.
Los gobiernos nos mienten de manera irresponsable cuando nos quieren hacer creer que las cosas pueden volver a ser como antes, y que tan solo aplicando medidas de ajuste se volverá a la senda del crecimiento económico y al bienestar (?). La inyección de recursos (que seguimos pagando todos) sirve para tapar los agujeros de los responsables del desaguisado y apaciguar a los mercados, pero en ningún caso llegarán a las pequeñas y medianas empresas, las auténticas creadoras de empleo. Lo cierto es que los ciudadanos seguiremos haciendo sacrificios sin límite, porque los políticos no tienen ni idea de cómo arreglar esto que no es una crisis más en el sistema, sino la crisis del sistema.
Hemos de pensar una cosa: Salir de esta situación, y el cómo salgamos, dependerá de nosotros, de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de asumir responsabilidad individualmente y, sobre todo, de nuestra conciencia al afrontar este enorme reto evolutivo.
El cambio de conciencia, que debe partir de una reflexión personal, se ha de producir en tres niveles:
·         En un cambio de actitud individual, conscientes y congruentes en nuestro día a día con que formamos parte de un todo interconectado
·         En un subsiguiente cambio estructural en las organizaciones, prestando atención al proceso, con liderazgo distributivo y potenciando el valor de las personas.
·         En un cambio del valor social, elevando los criterios acerca de lo que es el verdadero éxito. Ser líder implica servicio, ir más allá de uno mismo como concepto de la propia vida, ser capaz de iluminar a los demás construyendo sentido desde una visión amplia de las cosas.
Estos tres estadios son fases de un mismo proceso, cuya conclusión sería que, si cambiamos individualmente, provocamos cambios sociales. Aunque el gran obstáculo para ello son nuestros modos de pensar, el modelo mental. Estamos limitados por las cosas que sabemos que son verdad y, en realidad, no lo son. Hemos de liberarnos de eso. Y sería especialmente deseable que lo hagan quienes ostentan responsabilidades públicas.
La política ha perdido su carácter de agente de cambio, justo en un momento cargado de paradojas. Un momento dominado por el pragmatismo, pero en camino hacia lo trascendental; de claridad, y al mismo tiempo de misterio; de adoración al poder, pero en el que se tiene conciencia de lo necesario de la humildad; de feroz individualismo, aunque con cada vez más claro sentido de interdependencia. Rechazamos y desconfiamos de la política, pero no dejamos de pedir que sea ella la que impulse, con nuevos valores, el impulso transformador de un sistema económico y social injusto.
Vivimos, en definitiva, un cambio de era. Este es un movimiento imparable, y los políticos han dejado de ser la esperanza para liderarlo; dan más la sensación de ser un lastre que nos bloquea. Su análisis fracasa por una falta de perspectiva. No se dan cuenta que hay de fondo toda una revolución cultural, del propio concepto de vida, que intenta decirles que hay modos y valores que ya no valen sencillamente porque son las que nos han traído hasta aquí, y por tanto ya no deberían formar parte de nuestra vida en términos de evolución.
Sin embargo, el reto que se nos plantea es tan grande y tan decisivo en términos de futuro humano que no podemos abdicar de nuestra responsabilidad individual. Hemos de aspirar a  una sociedad mejor, pero comenzando por cada uno de nosotros. Como dice Federico Mayor Zaragoza, éste debe ser “el siglo de la gente”, y el verdadero cambio social vendrá de la toma de conciencia individual y de la sinergia de muchos pequeños grupos de todas partes actuando en red.
Tenemos como colectividad global muchos y grandes problemas, el paro, la miseria, el deterioro del medio ambiente, el agua, la energía….Hay que cambiar por completo la manera de vivir, y eso supone ponerlo todo patas arriba, dejar de priorizar los intereses económicos para situar por encima la persona y la naturaleza. A ver qué político es capaz de poner en marcha esa revolución, cuando para ellos el fin último es siempre la siguiente elección.
Por eso son tan necesarias las movilizaciones como el 15M, porque sólo un pensamiento desde fuera del sistema, alejado de esta pantomima en que se ha convertido nuestra democracia, se atreverá a hacerlo. Aunque de momento sean tan solo expresiones de lamento y protesta, representan la dignidad en una sociedad adormecida y acomodada. La batalla parece desigual frente a toda una poderosa maquinaria del sistema, pero ese grito expresa una insatisfacción creciente, una emoción que despierta, que tarde o temprano se convertirá en acción. No hay motor más poderoso que el dolor para la transformación. El dolor que surge de los sueños rotos de varias generaciones, que tanto lucharon por la democracia, por parte de quienes la han manipulado y puesto al servicio de sus intereses.
Es importante que tengamos nuestra visión del mundo que queremos, de un lugar mejor para todos sin exclusión. Pero quiero insistir en que lo importante es el proceso, y para ello debemos exigir que nuestra voz se escuche para opinar sobre aquello que es importante para nuestras vidas, que dejemos de ser súbditos y seamos de verdad ciudadanos. Los dirigentes y el propio sistema intentarán envolvernos con ideas y conceptos, pero eso no es más que una artimaña para que sigamos encerrados en el marco. Lo esencial no son las palabras, sino un proceso abierto que nos lleve a una nueva actitud y a unas reformas imprescindibles sobre las que podamos decidir.
Yo tenía un maestro que decía que sólo tiene convicciones aquel que no profundiza en nada. No hay mejor prueba de encontrarse atrapado en el sistema que estar apegado a ideologías o creencias. Es hora de reivindicar, de mojarse. Pero no para seguir teniendo amos, cambiando a unos por otros, sino para que la gente tenga de verdad el poder.
Que nadie más nos robe nuestros sueños; que ningún mercado usurpe nuestra capacidad de decidir sobre aquello que es importante para nuestras vidas; que ningún miedo nos impida brillar con nuestra propia luz.
Epicuro nos dejó una magnífica frase que dice: “Los dioses nos dan muchas sorpresas: lo esperado  no se cumple, y para lo inesperado, un dios abre la puerta”.
No tengamos dudas, algún día alguien nos abrirá esa puerta. Quizá el aleteo de una mariposa que nos traerá un tsunami imparable de mayor humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario