Los humanos nos movemos en una terrible paradoja. Poseemos un cerebro de
gran plasticidad y capaz de auto trascenderse, aunque a la vez de mantener
pensamientos y observar conductas auto limitadoras. Somos capaces de
evolucionar pero también de dejarnos condicionar fácilmente. Eso explica que
seamos capaces de lo sublime y de lo infame. Todos tenemos todo. Todo es doble,
es una Ley Universal, la de que todo contiene su par de opuestos que, aunque en
diferentes grados, son idénticos en naturaleza. Dice una frase hecha que” los
extremos se tocan”. Y así es. Pero también es cierto que todas las paradojas
pueden reconciliarse.
Cualquiera que tenga un mínimo de visión puede concluir que la única
solución a los problemas que padecemos en este mundo enfermo que hemos alumbrado,
pasa por una nueva Educación que nos permita descubrir por nosotros mismos; que
deje de fabricar fotocopias de seres humanos y potencie nuestra libertad
creativa. La conciencia nos hace darnos cuenta de que vivimos vidas ajenas a
nosotros mismos, vidas que nos imponen, en las que nos dicen qué hacer, qué
comer, qué saber, y en la que nos dicen que el trabajo es lo que da sentido a
nuestras vidas. La sanación de nuestra sociedad enferma pasa por la sanación
del ser humano.
En medio de todo este estercolero en el que estamos metidos los habitantes
de un estado pobre e ignorante como España, no podemos sino ver como un mal
sueño aquello del “España va bien” o lo de “este gobierno ha situado a España
en la champions league de la economía”, fruto de la falacia de dos
sinvergüenzas incompetentes que tuvimos la desgracia de padecer al frente del
gobierno.
¿Quizá solo nos queda, como en el poema de Cavafy “Esperando a los bárbaros”,
reunirnos en la plaza del pueblo para esperar la llegada de los bárbaros? Hace
ya tiempo que quienes debían marcar el camino han abdicado de sus
responsabilidades y del sentido común, en espera de que sean los bárbaros
quienes cuando lleguen dicten lo que haya que hacer. Las calles vacías, tiendas
que lucen desiertas, negocios que no funcionan, caras serias en la gente, y es
que ya no queda fuerza para la esperanza. Pero de repente, como en el poema,
llegan noticias de la frontera: Los
bárbaros no vienen; se han acabado los bárbaros. ¿Y ahora qué?, nos
preguntamos, porque después de todo, habrían sido una solución……
Pues no tenemos otra que, como decía William James, empezar a actuar “como si
lo que hago sirviera para algo”. Siempre hemos apelado a las excusas, a buscar
a aquellos de quien todo depende, los gobernantes, los legisladores, la prensa,
los jueces, los ricos, el sistema, el establishment….
Se acabó. Ha llegado el momento de la conciencia y la responsabilidad.
Quizá hayamos tenido que pasar toda esta mierda para que llegue el momento,
para que este perverso estado de cosas se rompa, para que los viejos dogmas,
creencias e ideologías se hundan, para que las relaciones de poder entre las
personas cambien. No será fácil, lo reconozco, porque, entre otras cosas, el
sistema educativo, y en especial las escuelas de negocios, seguirán fabricando
de manera implacable nuevas promociones de reclutas bajo el mismo molde ideológico,
fundamento del sistema actual.
La necesaria evolución de nuestra sociedad tendrá su esencia en nuestra conciencia y responsabilidad.
Los autores del desaguisado, cuyos efectos vemos día a día en las noticias
de los medios, han carecido de ambas cosas. Pero todos debemos considerarnos
copartícipes, puesto que el hecho de que no haya líderes íntegros fuera es
reflejo de nuestra propia incapacidad para liderar nuestras vidas.
En el momento en que tomamos conciencia, y reflexionamos sobre cuál es la
realidad que percibimos, sobre nuestro vivir, ya estamos cambiando el mundo en
cierta manera. Y mejorándolo. Si sabemos que somos parte de un todo y nuestras
decisiones son conscientes, nuestras acciones serán excelentes. Hoy, nuestra
visión del mundo y la realidad se encuentra contaminada por los dogmas
impuestos por un sistema mundializador que ha desestructurado nuestras
sociedades. Los fontaneros de la política a su servicio, una banda de mediocres
generados por los aparatos de los partidos, han contaminado democracia e
instituciones, han polarizado la sociedad en facciones, han jerarquizado y
generado miseria e injusticia.
Pero la gente ya ha comenzado a exigir su poder. Todo lo sucedido ha sido
necesario para darnos cuenta. Nos
organizaremos para trabajar en grupos y en red, el instrumento que nos permitirá
generar una nueva sociedad más abierta, una estructura disipativa creativa y congruente,
equilibrada y en continua transformación.
Me atrevo a decir que esto es una cuestión esencial para el futuro de la
democracia. Solo así podrá rehabilitarse de verdad la política y situarse de
nuevo por encima de los mercados para corregir así las aberraciones producidas
por la mundialización y el dogma neoliberal.
La democracia no debe ser, como ahora, un teatro mediático de ínfima
calidad, sino un espacio abierto, estructurado, equilibrado y participativo
desde el que construir una vida mejor y más digna. En eso estamos.
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