Creo
que muchos estaréis de acuerdo si digo que es esencial darle sentido a nuestra
existencia. Y que, en gran medida, eso tiene que ver con cómo configuramos
nuestra relación con las cosas, con las demás personas y con nosotros mismos.
No somos algo aislado, pues formamos parte de un universo interconectado en el
que las partes están relacionadas entre sí. Pero, para que el “Todo” mejore, es
necesario dar lo mejor de uno mismo, porque la verdadera revolución, y por
verdadera la más silenciosa, consiste en levantarse cada día intentando ser la
mejor versión de uno mismo para legar un mundo mejor a los que vendrán. Y ese
es un trabajo esencialmente individual y hacia dentro.
Sin
duda, una parte importante del problema que atraviesa la humanidad (eso que en
genérico se suele llamar “crisis de valores”), guarda relación con la pérdida
de conexión con nuestra fuente y con el mundo natural. Hemos de re-implicarnos
de nuevo con la naturaleza. Para ello, la conciencia y el autoconocimiento son
instrumentos esenciales. En medio de esta crisis es bueno que nos hagamos
preguntas de calidad: ¿Cómo tiene que ser el mundo en el que queremos vivir?
En
momentos como los actuales, en que todo hierve, en que se nos sugieren
escenarios aparentemente nuevos por parte de personas que son las mismas que han
sido a su vez parte del problema, no se nos plantea en cambio que el secreto para que
las cosas vayan a mejor no son las soluciones políticas tomadas en el mismo
nivel en que se generó el problema, sino que está en abordar lo que hemos hecho
tantas veces con una forma de pensar nueva.
Por
eso, la historia pasada no nos vale. La mente vacía es esencial para abordar la
incertidumbre. Trabajar desde el aquí, desde el ahora, sin juzgar, entendiendo
y abrazando el momento sin referencias, sin creencias previas. Los liderazgos
no deben apelar a las emociones, no se puede gestionar bien aquello sobre lo
que sientes alguna emoción, como no se puede entender de verdad aquello que
juzgas.
¿Cómo
entender lo que criticas? ¿O, cómo entender incluso aquello que apruebas?
El
verdadero liderazgo es, sobre todo, interior; y no juzga, no comenta, no mantiene
ninguna actitud. Observa, mira, abraza lo opuesto sin querer cambiar nada. Eso obviamente
requiere conciencia; y también disciplinar la mente. Salir de la zona cómoda es
esencial para liderar, porque lo fundamental es superar los modelos mentales que nos han llevado a donde estamos.
Los
humanos nos pasamos la vida intentando arreglar problemas que no entendemos y queriendo
controlar vidas que no son las nuestras. A eso le llaman “liderazgo”. Los
líderes siempre quieren “arreglar” las cosas, cuando la verdad es que las cosas
no necesitan ser “arregladas”. No se nos ocurre nunca esto, pero es así. Las
situaciones, aunque no nos gusten, han de ser comprendidas y abrazadas.
Las
organizaciones, para evolucionar, no necesitan del liderazgo clásico, sino de
un grupo de personas conscientes que “co inspiren” y colaboren para llevar
adelante un proyecto común, en un
sistema de armonía de acciones que lleve a un resultado deseado que se
construya en el proceso mismo. El propio proceso de colaboración generativa lleva
a desear el resultado que se obtiene. En él radica el verdadero aprendizaje. En
la experiencia de cooperación. No hay competencia, sino colaboración, en la que
todo el mundo desea hacer lo adecuado y justo, sin ansia de poder o beneficio
personal. No hay liderazgo dirigente sino personas coincidentes.
Esa
es la nueva mirada necesaria. No sólo en el trabajo, sino en la vida. Es andar
con un rumbo consciente, que nos conecta a nuestra verdadera naturaleza de
seres esencialmente amorosos y capaces de cooperar en beneficio de todos.
Esa
es la conciencia que nos hace cambiar la percepción y ver una nueva realidad.
Dar valor a nuestro trabajo y a nuestra vida es la verdadera productividad. Y
no depende de ninguna autoridad, sino de nuestra disposición para dar, y en
cómo hagamos el camino. Lo importante en la vida no es la meta, quizá ni tan
siquiera el camino, sino quién te acompaña y en quién te conviertes durante ese
proceso. Lo fundamental es la experiencia, es la que nos da respuestas a la
vida, la que nos da sentido. Lo importante es hacer, la acción; aquí y ahora.
El
conocimiento puede ayudarnos a entender las cosas, pero puede impedir verlas
como son realmente. La vida no es sólo lo que uno cree y ve. Es el momento que
vives de forma intensa, con conciencia. Entonces se produce un cambio en el
entendimiento de lo humano, un “soltar”, y nos damos cuenta de que el proceso
de transformación verdadero es más un ejercicio de empobrecimiento, de
renuncia, que no de enriquecimiento.
En
nuestro mundo de hoy hay mucho dolor, miseria y sacrificio, pero cerca de donde
hay sufrimiento están también las grandes virtudes humanas. En efecto, por
doquier hay héroes anónimos que cada día llevan a cabo actos de entrega y amor.
Afortunadamente, muchas personas de buena voluntad destacan en diversos ámbitos
y territorios, convirtiéndose en una expresión más elevada del ser humano,
demostrando que la crisis es purga, pero también catalizador de algo mejor que
está por llegar.
“Esa necesidad nuestra,
irreprimible, de trascender los horizontes situacionales, de cuestionar,
conocer, explorar, entender, buscar la esencia de las cosas, ¿qué otra cosa es
esa necesidad sino otra de las formas de aquel anhelo interminable por recobrar
la integridad perdida del ser, aquel anhelo del yo de regresar al ser?
¿Qué otra cosa es sino ese anhelo intrínseco de despertar al propio ser oculto,
adormilado, olvidado tantas veces, y a través de él alcanzar aquella plenitud e
integridad de la existencia que nuestra intuición nos permite vislumbrar?”
(Vaclav
Havel, “Cartas a Olga”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario