domingo, 24 de febrero de 2013

EL GOZO Y LA SOMBRA


Quizá sea un síntoma de que ya no soy tan joven, pero me sucede últimamente que al pasar por una de esas calles de Mataró escenario de mis años infantiles, me vienen a la cabeza escenas de gozo de aquella etapa, recuerdo sueños y siento incluso mi risa alegre y contagiosa.
Cuando eso me ocurre, me detengo un instante y analizo mi vida actual ¿Qué queda de aquella plenitud, de aquel disfrute inocente del momento, sin que hubiera pasado ni futuro?

Es cierto que hay momentos en nuestra vida en los que somos capaces de disfrutar de una conversación profunda en todo su sentido, de emocionarnos con una pieza musical sublime, o de saborear plenamente una buena comida. Pero, lamentablemente, es excepcional que sepamos estar en lo que somos. A menudo no somos conscientes de que lo real es la vida, y no los pensamientos sobre ella. Olvidamos lo esencial: vivir. Y con el vivir olvidamos amar, aprender, gozar.  Porque vivimos en un mundo imaginario, que nos hemos pasado la vida construyendo, y lo hemos llenado de mucho que no nos gusta,; todo para agradar y que nos acepten. Nuestra realidad es una sombra. Y esa es la fuente de todos nuestros problemas.

Por eso es tan importante que dotemos a nuestra vida de sentido, de propósito, dar alguna utilidad a nuestra existencia; de forma que al echar la vista atrás al correr de los años, veamos la “conexión de los puntos”, de la que nos hablaba Steve Jobs en su discurso de Stanford.  Hemos de asumir la responsabilidad de nuestras vidas y cambiar. Tener una vida con significado depende de eso.
Si somos capaces de conseguirlo seremos de verdad poderosos. El verdadero poder es el de la congruencia, el de hacer de cada uno de nuestros actos algo consciente.

Uno de los secretos más importantes de la vida es centrarnos en lo que podemos aportar, en lugar de en lo que podemos obtener. Si tenemos un ojo firmemente fijado en la meta, sólo nos queda otro para encontrar el camino y vivir en él. 
La vida es una creación constante, y se crea en cada paso, pulgada a pulgada, como dice el personaje que interpreta Al Pacino en esta sensacional escena que define en una metáfora perfecta como se configura de verdad la vida.


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