sábado, 9 de marzo de 2013

A PROPÓSITO DE CHÁVEZ Y NUESTRA DEMOCRACIA


El momento actual, que nos invita a cuestionarlo todo, supone una buena ocasión para reflexionar acerca del sistema político y económico imperante. 
De entrada, observando los acontecimientos que se suceden, y a poco que uno lo haga con una cierta perspectiva, surge una pregunta inevitable:
¿Somos realmente una democracia?  
Me refiero, claro está,  a los países tradicionalmente considerados como democracias consolidadas, como los de Europa Occidental o los países anglosajones como EEUU, Canadá, Australia.
Si la respuesta a la pregunta es afirmativa (reconozco personalmente tener alguna duda), deviene inmediatamente una segunda pregunta:
¿Si son verdaderamente democracias por qué hacen según qué cosas? 
Porque, la verdad, desde mediados de los años 70, cuando finalizó la etapa de los llamados “treinta gloriosos” (treintena en la que se produjo una expansión sin precedentes de progreso y bienestar económico y social para una amplia capa de la población de los países occidentales), el proceso que hemos seguido en Occidente ha sido de una regresión indiscutible en términos democráticos. 
Este proceso ha supuesto, entre otras cosas, un declive muy acusado en el nivel de vida de la mayoría social, así como el empobrecimiento  y la reducción de las clases medias. Pero además se han producido otros fenómenos, muy graves a mi entender, que nos podrían llevar a afirmar que nuestras democracias tan solo pueden seguir siendo calificadas como tales con muchas reservas.

En estos días se ha producido el fallecimiento de Hugo Chávez, el autoritario dirigente venezolano. Hemos podido leer y escuchar, en muchos medios de comunicación occidentales, cómo se le ha juzgado y condenado, calificándolo mayoritariamente de dictador populista y antidemocrático. Una nueva pregunta: ¿Se puede juzgar a Chávez en esos términos, cómo si nuestra democracia fuera ejemplar? ¿No podemos darnos cuenta del retroceso democrático que nuestras sociedades han sufrido? ¿Podría considerarse a Chávez como una consecuencia de los propios males de nuestro sistema?

¿Qué ha sucedido en estos últimos treinta y cinco años? La privatización de los estados y de sus servicios básicos, la usurpación de la política por el poder económico y financiero, la pérdida de derechos sociales y ciudadanos, la manipulación informativa desde los grandes medios, la flagrante desigualdad cada vez más acusada entre los más ricos y la clase media y trabajadora…..
Sencillamente, nos han cambiado las reglas de juego. Se trata de un cambio cualitativo, del que creo que no somos conscientes. Se ha acabado la idea que teníamos tan clara hace algunos años de que la historia es una evolución constante de progreso y bienestar para la humanidad. Como también hemos de asumir que las generaciones actuales vivirán peor que la de sus padres. Hemos de mentalizarnos de que habrá que luchar de nuevo para conquistar el bienestar de la mayoría de la población, para acabar con la perversión de un sistema que nos lleva de cabeza al tercer mundo y a un nuevo feudalismo.

Es necesaria una toma de conciencia acerca de quién somos y dónde estamos, para evitar sobre todo que el sistema, que tiene una gran capacidad de manipulación, nos siga engañando y distrayendo.
No podemos seguir delegando nuestra responsabilidad en políticos que toman las decisiones obedeciendo al poder económico y financiero. Y quiero hacer especial hincapié en otro factor: hemos de tener una gran prevención respecto a la información que recibimos y la influencia que ejerce en nosotros.
En nuestro mundo se ha producido un evidente cambio en el equilibrio de poderes. La separación de los poderes clásicos en las democracias ha pasado, en países como España, a mejor vida (si es que ha existido de verdad alguna vez). Y en general, el llamado cuarto poder ha sufrido también un cambio evidente. Difícilmente podemos hablar hoy de medios de comunicación libres e imparciales, al menos si nos referimos a los grandes medios.

No cabe duda que la globalización ha universalizado las pretensiones de imposición de los intereses de las grandes fuerzas económicas, y ello requiere de instrumentos que garanticen la propagación de sus consignas; ya sea a nivel académico como mediático. De ahí la concentración cada vez mayor de la opinión en grandes grupos de comunicación. Principios neoliberales como la privatización, el libre intercambio, la mundialización, la contención salarial, la prioridad del dios mercado….tienen en estos medios el vehículo para su conversión en dogma a interiorizar por la población. Los medios de comunicación se han convertido en una forma de poder necesaria para estas elites en su objetivo de imponer sus criterios y mantener un control social. Se lleva a cabo un trabajo de persuasión que incita a la población a determinadas decisiones, no ya de consumo, sino de alineación con un “consenso” mayoritario perfectamente cocinado.
Y no hablemos ya de otras cuestiones, también de un alcance grave y cuyos efectos finales se me escapan en este momento, como puede ser el grado de control que a través de las tecnologías existentes se ejerce sobre nuestras vidas.
O como lo es también el aumento preocupante de enfermedades como la depresión, el gran mal de nuestro tiempo, un gran túnel oscuro en el que entran cada vez más personas como consecuencia de un modelo mental que nos hace vivir ajenos al verdadero alcance de nuestras capacidades innatas. Y ante cuyos efectos, se provee a los afectados de grandes cantidades de tranquilizantes y ansiolíticos que ejercen también un perfecto papel de “regulador” social.

En definitiva, las personas hemos de recuperar la perspectiva adecuada, y ser conscientes de que lo que configura nuestra vida son las decisiones que día a día tomamos sobre lo que nos sucede. Cómo manejamos las situaciones, nuestra actitud ante ello, es clave para ser capaces de vivir con plenitud. Hemos de saber qué debemos hacer con la información que nos llega. Nuestra arquitectura mental y moral tiene mucho que ver con ello. Podemos tener mucha información, adquirir mucho conocimiento, pero si no cambiamos nuestro modelo mental seguiremos sin tener el poder sobre nuestra propia vida.

¿Cómo tomaremos pues nuestras decisiones, esas que configuran nuestra vida?
La respuesta es que hemos de pensar. Y hacerlo personalmente. Porque la falta de pensamiento es el gran mal de nuestro tiempo. El que nos puede acabar llevando a un escenario de pensamiento único, ese que tanto interesa a los dueños del sistema y de unos medios de comunicación regidos, no por la profundidad y el espíritu crítico, sino por un criterio puramente mercantilista. 




Esta escena de la maravillosa película de Frank Capra "Que bello es vivir" puede ser muy adecuada para que repasemos mentalmente nuestras vidas, y ver de qué modo nos afecta el entorno, cómo nos tiene atrapados el sistema, y cómo, si somos capaces de cambiar el modelo mental y asumir nuestra responsabilidad, podemos cambiar de verdad las cosas con pequeñas acciones conscientes del día a día.

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